Tras una apacible noche en el hotel Santa Catarina, en el Passo do Lontra,nos dirigimos a su restaurante para dar cuenta de un abundante desayuno antes de recoger nuestro equipaje para partir en dirección a la ciudad fronteriza de Corumbá. Teníamos dos opciones: tomar rumbo al norte por la pista de tierra que llega hasta Corumbá o bajar un poco hacia el sur para conectar con una carretera perfectamente asfaltada que nos llevaría hasta la ciudad tras un recorrido de unos 120kms y un tiempo estimado de menos de dos horas. Sin embargo, si elegimos la pista de tierra, tardaremos casi tres horas a pesar de que hay algunos kms menos.
Por unanimidad decidimos hacerlo por la carretera asfaltada y es que el único aliciente de hacerlo a través de la pista de tierra es intentar avistar la fauna del Pantanal pero llevamos unos días recorriendo esa pista sin demasiado éxito, si exceptuamos la riqueza ornitológica de la zona. Todo ésto unido a nuestros torturados cuerpos tras llevar varios días transitando por incómodas pistas de tierra, han logrado que nos decantáramos por hacer el recorrido por carreteras asfaltadas.
Corumbá
Este municipio brasileño se encuentra en el estado de Mato Grosso del Sur en el Centro-Oeste del país y forma frontera con Bolivia. Bautizado con el nombre de " Capital del Pantanal " por abarcar el 50% del territorio conocido como Pantanal, se erige como la ciudad más importante de la zona. Asentada sobre una formación de piedra caliza, su territorio destaca por un característico color blanco, lo que le otorga también el sobrenombre de " ciudad blanca ".
Aunque su territorio perteneció a Bolivia hasta finales del XIX, actualmente la importancia de Corumbá queda reflejada al ser su puerto considerado como el más importante de Mato Grosso del Sur y uno de los puertos fluviales más importantes de Brasil e incluso se asegura, del mundo.
Al igual que sucedió en otros tantos puntos de Sudamérica, la abundancia de piedras y metales preciosos con los que los nativos fabricaban ornamentos, atrajo la curiosidad de navegantes y exploradores. Así fue como el portugués nacionalizado español, Alejo García, llegó a estas tierras brasileñas en 1524 tras surcar las aguas del Mbotetey ( hoy río Miranda ).
Comenzaba la colonización por parte de españoles y portugueses de esta próspera población fronteriza.
Por primera vez en el viaje, nos despertamos sin prisas ya que la ruta de hoy nos llevaría menos de dos horas y toda ella transcurriría por carreteras asfaltadas. El destino final era Corumbá y nuestro único objetivo era llegar con tiempo para comer y dar una vuelta por la ciudad.
Pagamos 200 reales cada uno, algo menos de 40€ por el alojamiento, la cena de ayer y el desayuno de hoy y partimos hacia Corumbá.
El viaje discurrió sin incidentes, con muchos carteles que alertaban sobre la posibilidad de paso de animales aunque nosotros sólo alcanzamos a ver algún ñandú y alguna capibara. No obstante, vimos bastantes animales muertos, atropellados por vehículos; serpientes, caimanes, osos hormigueros, zorros cangrejeros e incluso una pequeña anaconda.
Un imponente puente anunciaba que estábamos llegando al gran río Paraguay. También existe un peaje que no vimos, dónde se pagaba así que ya nos lo pasarían al entregar el coche.
Antes de las diez ya estábamos en Corumbá. Habíamos visto en internet un alojamiento básico pero barato y bien valorado así que fuimos directos hasta allí.
La Pousada Pantanal estaba ubicada en un lugar privilegiado, a orillas del río Paraguay. Un amable señor nos recibió para enseñarnos dos amplias habitaciones ( una doble y una triple ) con baño, aire acondicionado y cocina. Su precio, con desayuno incluido, era de unos 30 y 40€ respectivamente.
Necesitábamos cambiar dinero pero el dueño del hotel nos dijo que allí no era posible y que lo tendríamos que hacer en Campo Grande. Amablemente se ofreció a cambiarnos algo de dinero al cambio oficial del momento y aunque el hombre no disponía de demasiado dinero, agradecimos enormemente su esfuerzo.
Estuvimos charlando un buen rato con el buen hombre, comentándole que viajábamos en busca de fauna y que nuestro principal objetivo era el jaguar. Entusiasmado, comenzó a enseñarnos fantásticas fotografías de jaguares que había hecho su hijo. Incluso nos aseguró que hacía unos meses había aparecido un jaguar debajo de la posada, a orillas del río, en un pequeño astillero donde provocó el pánico y la intervención de numerosos policías.
Finalmente, como era temprano aún, decidimos hacer un tramo de la pista de tierra que descartamos tomar al inicio de la jornada. La pista comenzaba cerca del alojamiento por lo que en unos minutos ya estábamos botando otra vez en el interior de nuestro vehículo probando suerte una vez más, intentando descubrir algún animalillo interesante.
Pero la hora no era la más apropiada, el calor apretaba y los animales brillaban por su ausencia así que no tardamos en dar la vuelta y buscar un sitio para comer.
El dueño de la posada nos había dado un par de nombres y allí nos dirigimos. Llevábamos ya una semana en Brasil y todavía no habíamos probado una de sus más afamadas delicias gastronómicas: el rodizio.
El Restaurante e Churrascaria Laço de Ouro fue el elegido para degustar nuestro primer rodizio. Un variado y abundante buffet daba paso a las famosas espadas, repletas de carne de todo tipo.
Si quieres darte un festín de carne, te aconsejo que no abuses del buffet porque si lo haces, no te quedará mucho sitio en el estómago para la carne.
Existe la opción de comer y pagar sólo por el buffet y personalmente, me hubiera resultado más que suficiente pero quería probar también las afamadas carnes brasileñas.
Con el plato lleno de lo que había cogido del buffet, comenzaron a llegar los camareros con todo tipo de carnes. Hubo momentos que llegaron a ser un poco agobiantes pero lo cierto es que nos pegamos una buena comilona.
Nos engañaron con el postre y las copas que gentilmente nos ofrecieron y que pensábamos que estaban incluidos en el menú pero hay que reconocer que por los 30€ que pagamos, no podíamos quejarnos. Un buffet variado, abundante y sabroso, carne hasta decir basta, cervezas, postre, algún café y copas, todo por 30€, nos pareció un precio bastante razonable.
Salimos del restaurante hinchados como globos, lo que unido al calor sofocante que hacía, provocó que algún integrante del grupo decidiera volver a la posada para descansar en la habitación con el aire acondicionado funcionando a tope.
Volvimos todos al alojamiento en coche y descansamos un rato confiando en que la temperatura bajara un poco. El único problema es que la luz del sol baja mucho más rápido que la temperatura y como queríamos disfrutar de la ciudad a plena luz del día, no tardamos en poner rumbo al Cristo Rei do Pantanal, una de las atracciones más visitadas de Corumbá.
Cristo Rey del Pantanal
Ubicado en un promontorio, a casi 300 metros de altitud, en el Morro do Cruzeiro, encontramos esta gran estatua, obra de la escultora brasileña, Izulina Xavier.
Hasta llegar a ella se pueden admirar otras 71 estatuas de unos dos metros que representan el Vía Crucis. Al llegar a la cima, la estatua de 12 metros del Cristo cuenta con un excelente mirador que ofrece inmejorables vistas de la ciudad, del Pantanal y de la vecina Bolivia.
Se dice que es un excelente lugar para disfrutar de la puesta de sol pero nosotros no nos quedaremos aquí para comprobarlo.
Desde allí nos fuimos al centro urbano para visitar sus cuidados edificios y acercarnos hasta la zona portuaria donde disfrutamos de un precioso atardecer.
La luz del día nos abandonaba y el calor comenzaba a rebajar su intensidad, invitándonos a relajarnos y tomarnos unas cervezas que refrescaran nuestros resecos gaznates.
Unas cervezas heladas en un local perfectamente refrigerado, pusieron fin a la calurosa jornada.
Era hora de volver a la Posada donde cenaríamos un poco de fruta y unas galletas antes de retirarnos a dormir.
Mañana regresamos a Campo Grande para entregar el coche y salir rumbo al Pantanal Norte en un autobús nocturno.
Ruta de la jornada
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