05 agosto 2019

Isla Pinzón. Sta Cruz. Galápagos ( V ).


La jornada de hoy la dedicaremos a visitar la Isla Pinzón
Más concretamente nos centraremos en explorar sus fondos marinos ya que no pisaremos tierra en ningún momento. 
Tras una parada previa en Bahía de la Fe, donde haremos el primer snorkel del día, nos dirigiremos hasta Isla Pinzón para sumergirnos en sus prolíficas aguas transparentes llenas de vida. 
Para finalizar, una última parada en Playa Palmita para descansar y relajarnos un rato antes de volver definitivamente a Puerto Ayora. 

Ruta de la jornada

A las 6 me despierto tras una noche bastante placentera durante la que he recuperado fuerzas para la jornada venidera. Me levanto para desayunar tranquilamente unos zumos y algunos dulces que compramos ayer pero que lamentablemente no están tan ricos como los que comprábamos en S. Cristóbal
Uno de los integrantes del grupo ha madrugado más que nosotros y ya ha abandonado el apartamento por lo que los dos restantes decidimos acercarnos hasta la agencia para probarnos los trajes de neopreno y elegir equipo. 
Mientras nos probamos los neoprenos, van llegando los demás integrantes del grupo : una señora argentina, tres chicos israelítas y dos parejas jóvenes cuya nacionalidad desconozco. 
Junto a nosotros tres, el guía, el capitán y su ayudante, formamos un grupo de 14 personas. 
Una vez que todos tenemos ya nuestros trajes y equipos, salimos dirección al puerto donde una pequeña barca nos acerca hasta nuestra embarcación para abandonar las tranquilas aguas de Puerto Ayora, rumbo al norte. 


 
El mar está bastante más movido que en nuestra anterior excursión marina en S. Cristóbal provocando que los saltos y los botes se sucedan, haciendo retumbar mi resentida espalda. 
Afortunadamente, 40 minutos más tarde paramos en una pequeña ensenada llamada Bahía de la Fe, al norte de Puerto Ayora, para lanzarnos al agua con la intención de descubrir la rica fauna que nos aseguran puebla esta zona. 
Antes de zambullirnos, el guía nos explica el recorrido que deberemos hacer para no dispersarnos demasiado y mantener el grupo razonablemente unido. 
Uno tras otro nos lanzamos hasta estar todos en el agua e iniciar otro bonito snorkel en el que inmediatamente nos vemos rodeados por gran cantidad de peces multicolor. 
Como ya es costumbre, no tardan en aparecer varias gigantescas tortugas a las que no dudamos en seguir durante un rato ante su total indiferencia. 
Más tarde, un lobito se erigió en protagonista indiscutible contagiando a todo el grupo sus irrefenables ganas de jugar y tomarnos el pelo descaradamente. Tan pronto se acercaba al grupo a toda velocidad y nos pasaba rozando a todos, como salía huyendo mientras miraba atrás invitándonos a seguirle. Este divertido juego del gato y el ratón, en el que él siempre era el indiscutible vencedor, se prolongó durante muchos minutos provocando las risas y el disfrute de todos. 
Hubo un momento en el que le dejamos de lado mientras nos arremolinamos para ver una gran raya que descansaba en el fondo y celoso por perder su protagonismo, atacó a la raya para que ésta abandonara inmediatamente el lugar y siguiéramos jugando con él. 
Increible!!! 

Volvimos a la lancha, una vez más, encantados por la experiencia vivida y nos quitamos los trajes antes de reemprender rumbo a Isla Pinzón. 
Durante la navegación nos acompañan las aves habituales ( paíños, pardelas y piqueros ) aunque esta vez nos sorprende la súbita aparición de un alcatraz, ave nada habitual en la zona donde nos encontramos. 
Tardamos casi hora y media en llegar a Isla Pinzón. 




 
Nos volvemos a enfundar los neoprenos y nos preparamos para lanzarnos de nuevo al agua. 
La argentina no se pone el traje esta vez y cuando me acerco a ella para preguntarle si le pasa algo, me confiesa que en la anterior inmersión no lo pasó bien porque se quedó sóla y se le soltó una aleta, lo que provocó que se agobiara bastante. Me dice que no confía en el guía y que se quedará a bordo en esta ocasión. 
Todo el grupo está ya en el agua y como no consigo convencer a la argentina para que nos acompañe, opto por lanzarme al agua para no quedarme demasiado rezagado. 
El agua es cristalina y hay una gran visibilidad. 
Grandes bancos de enormes peces se arremolinan a nuestro alrededor y la gran variedad de especies diferentes producen una especie de borrachera de colores ante la grandiosidad del espectáculo. Estamos viendo los mayores bancos de peces que hemos visto hasta el momento y cuando los atraviesas, la sensación que experimentas es muy difícil de describir. 
Una maravilla. 
Como no podía ser de otra forma, las tortugas no tardan en unirse al espectáculo y en estas aguas tan limpias y cristalinas, parecen volar en lugar de nadar. 
No me canso de nadar junto a estos gigantes y ya parecen ser unos compañeros más de viaje ya que no faltan prácticamente nunca a nuestras inmersiones. 
Sólo señalaría un " pero " al lugar y no es otro que la existencia de corrientes en la zona pero vamos avanzando en paralelo a la costa, mientras nuestra embarcación nos sigue lentamente para no tener que luchar contra la corriente a la hora de volver. 


Tras una larga y excelente sesión de snorkel, volvemos a subir a la lancha para descansar un poco, antes de hacer una última zambullida. 
Diez minutos bastaron para que el grupo estuviera ya añorando las imágenes vividas recientemente y decidiéramos lanzarnos al agua de nuevo. 
El guía nos dice que ahora vamos a ir a una zona donde se suelen concentrar los tiburones de punta blanca. 
Esta vez mi pareja y yo encabezamos el grupo al que dejamos atrás sin darnos cuenta. De pronto un gran pez me roza la pierna y cuando giro mi cabeza descubro que es un gran tiburón de punta blanca. Un escalofrío recorre mi espalda pero nos quedamos paralizados cuando descubrimos que estamos sólos rodeados de decenas de tiburones enormes que nadan a nuestro alrededor en una danza en la que parecen estar evaluando si éramos unas víctimas potenciales. 
Por fortuna, el grupo no tarda en llegar y vamos recuperando la calma poco a poco. 
Calculo que estos ejemplares superaban los dos metros. 
Vaya rato hemos pasado!!! 
Nos encontramos en una zona donde el mar forma una especie de laguna cuyas orillas rocosas están repletas de lobitos que no pierden la oportunidad de acercarse a nosotros para curiosear un rato pero parece que al macho alfa del grupo, no le hace mucha gracia que nos acerquemos tanto. 
De pronto, el gran macho se lanza al agua y se dirige hacia una chica del grupo que se encuentra a unos metros a mi izquierda. Veo perfectamente cómo golpea su pierna con su cabeza y llego a temer que la haya mordido pero afortunadamente sólo ha sido un golpe de advertencia. 
Abandonamos el lugar y salimos de la laguna en dirección a nuestra lancha. 
Esta vez la corriente sí se deja notar y exije gran esfuerzo avanzar unos pocos metros. Seguimos atravesando grandes bancos de peces loro y otras muchas especies pero esta vez no lo disfrutamos tanto ya que nuestra prioridad está en conseguir avanzar y llegar a nuestro barco. 
Por fortuna, el guía llevaba un salvavidas al que nos agarramos y nos ayudó a sentirnos mucho más seguros. 
Cuando todos subimos al barco, nos volvimos a quitar los neoprenos para tratar de secarnos un poco antes de hacer la última parada del día : Playa Palmita. 
Cuando abandonábamos el lugar, un chico israelita pregunta si hay posibilidad de intentar pescar algo a lo que el capitán responde afirmativamente. Su ayudante prepara los aparejos y lanza el cebo al mar. 
Justo en ese momento, un gran grupo de delfines hace aparición a nuestras espaldas. 
Comienza el espectáculo de saltos y piruetas ante el indisimulado disfrute de los allí reunidos. 
Esta vez dejo la cámara a un lado y me dedico a disfrutarlos en directo tratando de no perderme ni una escena del inesperado show. 
Es nuestra segunda excursión marina y en ambas han hecho acto de aparición estos simpáticos cetáceos.

Ya sólo quedaba llegar a Playa Palmita, en cuyas arenas yo esperaba que fondeáramos pero desafortunadamente el capitán echó el ancla a unos cien metros de la playa. Había que tirarse de nuevo al agua y la verdad es que no me apetecía demasiado. 
Habíamos comido poco antes de llegar y preferí quedarme tumbado en cubierta tomando el sol mientras algunos integrantes del grupo se acercaron nadando hasta la playa. 
Playa Palmita, con su abundante vegetación y su arena blanca, invitaba al descanso pero según nos comentaron posteriormente nuestros compañeros, los tábanos no les dejaron disfrutar del lugar como esperaban. 






Era hora de regresar a la lancha para emprender el camino de vuelta a Puerto Ayora, donde llegamos unos 30 minutos después. 
Mientras desembarcamos, cuatro preciosas rayas doradas se dejan ver en las someras aguas del puerto.
Ya en tierra firme, volvemos a la agencia para devolver todo el material y despedirnos de nuestros compañeros de aventura. 

Todavía quedaba luz así que decidimos acercarnos hasta el Centro de Interpretación para ver las Galápagos de Sta Cruz y algún otro ejemplar de las islas vecinas que mantienen en cautiverio. 
La visita también nos sirve para ver la iguana de La Española, una especie endémica de esta isla.












Tras la agradable y pausada visita, volvimos al pueblo para tomar unas cervezas antes de cenar algo pero no sin antes hacer una parada en el mercado de pescadores. 
Unas cajas de langostas y de unos pescados que allí conocen con el nombre de " bruja ", se apiñaban en un mostrador no demasiado abundante. 
Pero los protagonistas del lugar eran una garza y un grupo de pelícanos que competían por hacerse con un sabroso bocado marinero. 
La garza ganaba por tamaño y se imponía a los pelícanos cuando atacaba pero éstos, mucho más atrevidos y rápidos, se hacían con la mayoría de los trozos de pescado que los pescadores deshechaban. 
Una batalla desigual y divertida que no puedes perderte. 











 













La noche ya se había echado y el cansancio empezaba a dejarse notar así que era el momento de sentarse en una terraza a tomar unas cervezas frías que pusieron el colofón perfecto a otra gran jornada en Galápagos
Era hora de regresar a casa pero antes nos acercamos al puerto donde aún tuvimos oportunidad de ver alguna tortuga, rayas, un pelícano y gran número de tiburones pequeños que perseguían los pececillos que se amontonan en esta zona, a la luz de las farolas. 





 















No había tiempo para más, tomamos dirección a casa en busca de un sitio para cenar algo pero cuando vimos un sitio que vendía hamburguesas para llevar, cambiamos de idea. 
Pedimos unas hamburguesas con patatas fritas y unas alitas de pollo y nos las llevamos a casa para comerlas allí tranquilamente antes de meternos a la cama. 
El cansancio se deja notar y ahora mismo sólo me apetece tumbarme. 
No sabemos qué haremos mañana pero ahora sólo tengo un deseo: descansar. 
Mañana será otro día....

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